Unas reflexiones de Julio G. Pesquera para Amigos de la Tonadas:
Un pueblo al revés
Érase una vez un
pueblo que tenía unos nueve mil habitantes, entre ellos más de mil trabajadores
mineros. Los autónomos, funcionarios y empleados en el comercio y restantes
servicios sumaban otros cuatrocientos o quinientos más. En aquel pueblo sólo
había dos bancos, de los cuales sobraba uno, porque la gente vivía al día y, a
pesar de que había trenes (Renfe y Robla) y autobuses, iba a Bilbao a ver a sus
familiares, a Santander a remojarse en la pozona o a Palencia al médico, y pásmense, en taxi. Lo que más abundaba eran los bares, unos veinte; también
había dos cines y un salón de baile.
Sin embargo, en
tal lugar no había ni una sola biblioteca, ni un restaurante con carta y nada
más se podía comer a capricho realizando un encargo anticipado. Tampoco
existían las casas de pisos y los chalets sobresalían por su ausencia. Reinaba
la empresa minera que proveía a la población de todo: trabajo, vivienda,
víveres, carbón, etc. Y si se necesitaba, pongamos por caso, un tubo para
instalar la antena de televisión, unos metros de cable para que funcionase una
lámpara, un saco de yeso o un herraje para proteger la ventana del piso bajo de
la vivienda, allí estaba la todopoderosa compañía para “socorrer” a quien lo
necesitase.
Las vacas gordas
terminaron hace más de cuarenta años y salvo un paréntesis de otros pocos con
una explotación carbonífera a cielo abierto emprendida por una empresa de rapiña
que después arrasó el carbón que quedaba en las cercanías de los pozos, el
pueblo fue languideciendo hasta quedarse en la décima parte de vecindario. Y,
olvidado el paraguas protector de la empresa minera del pasado, se produjo el
milagro: comenzaron a construirse más casas que nunca, los pobladores se
asociaron y comenzaron a relacionarse formando grupos para fomentar la cultura,
el entretenimiento y la diversión. Seremos pocos, se dijeron, pero vamos a
intentar pasarlo bien.
Jamás en
Barruelo hubo, como hay ahora, tanta cantidad de actividades: cursos, talleres,
exposiciones, comidas de hermandad, conferencias, teatro, parques, alegres fiestas patronales con degustaciones sustanciosas,
ludoteca, biblioteca, excursiones, homenajes, conciertos, corales y coros,
(hasta tres), clubes de montaña y de bolos…
Nunca es tarde
si la dicha es buena, aunque la transformación ha dado lugar a un suceso
curioso que refuerza la condición de que siga siendo un “pueblo al revés” que
debería figurar en el Libro Guinness de los records: se trata de la
única localidad del mundo en cuya Plaza del Ayuntamiento la Plaza del Pueblo por
antonomasia, la Casa Consistorial está sola, no hay ni un mísero bar y sólo
vive una familia.
Julio G.
Pesquera.
Para Amigos de
la Tonada. Barruelo. Septiembre 2013